El sacerdote Pedro Cabello explica los textos bíblicos a la luz de los hallazgos arqueológicos
Cada cierto tiempo debiera escribirse un libro como este. Un texto que se aclara con su subtítulo particularmente revelador: Los textos bíblicos a la luz de los hallazgos arqueológicos.
Hay que destacar el hecho de que una editorial no de libros católicos, con un catálogo ciertamente plural, haya publicado este magnífico estudio sobre la relación entre hallazgos arqueológicos y la Biblia.
Lo primero que debemos apuntar es la personalidad del autor, probablemente uno de los sacerdotes, arqueólogo y escrituristas con más futuro en la Iglesia en España. Me permitirán a este respecto una nota afectiva. He leído con agrado este libro recordando las conversaciones que en los últimos años de su vida tuve con el ejemplar sacerdote y arqueólogo montañés Joaquín González Echegaray.
Nueva etapa de la arqueología
Pues bien. Pedro Cabello Morales es jefe de estudios del seminario Conciliar “San Pelagio” de Córdoba, además de director de publicaciones científicas de la citada diócesis. En un momento de la primera parte del libro hace referencia a su vocación de biblista y arqueólogo y al papel que tuvo ahí el hoy arzobispo de Granada con los viajes de estudio a Tierra Santa que organizaba con los seminaristas de esa diócesis. Curiosa nota histórica del paso de monseñor Martínez por esa iglesia. Como vemos, no todo fueron cajas destempladas en ese sur.
Partiendo de la afirmación de que estamos en una nueva etapa de la arqueología, no debemos olvidar que el pasado se construye a partir de tres tipos de información: documentos escritos, la iconografía y los restos materiales. Los lectores recordarán el libro clásico “La Biblia tenía razón. La verdad histórica comprobada por las investigaciones arqueológicas” de Werner Keller.
Quizá no conozcan otros, en perspectiva contraria y contradictoria, como “La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del Antiguo Israel y el origen de los textos sagrados”, de Finkelstein y Silberman, prologado en España por Gonzalo Puente Ojea.
Pues olvídense de estos volúmenes, y vayan a esta “Arqueología Bíblica” que actualizado y mejora al Keller y aclara el Finkelstein Y Silberman, en la perspectiva de entender que la Biblia y la arqueología se ayudan y complementan mutuamente.
Como dice el autor, “la Biblia no necesita que le den la razón”. Su naturaleza es otra. Pero eso no quiere decir que las historias, sus contextos, no nos hablen de la realidad, de lo que pasó, de la verdad de la historia. Ni actitudes fundamentalistas ni nihilistas. El esfuerzo por comprender la gramática de la realidad de Dios y de los hombres debe estar presente siempre en la búsqueda de la verdad.
Pero vayamos al libro, voluminoso, ciertamente, que, incluso a veces da la impresión de tener un todo didáctico, como si en el trasfondo estuvieran los apuntes de alguna asignatura. Una impresión que en nada desmerece del estilo atractivo, en forma de gran ensayo de alta divulgación, sobre una cuestión siempre de moda y que, por cierto, suele dar muchos titulares en los medios.
Una historia de Israel
Tiene dos partes bien diferenciadas. Una introductoria sobre la naturaleza y estado actual de la arqueología, en general, y de la arqueología bíblica. El panorama que presenta es omniabarcante y mete al lector en un curso acelerado de historia de la arqueología, también de la bíblica. Nos presenta las principales escuelas, los principales actores de esta ciencia, las principales publicaciones, los principales debates científicos.
La segunda parte del libro es la que pudiéramos considerar el meollo. Aquí nos encontramos con algo más que una tabla paralela entre el relato bíblico y los descubrimientos arqueológicos sobre cada una de las grandes etapas o momentos de la Biblia.
Al fin y al cabo, una historia de Israel, del pueblo elegido, con no pocas notas de teología bíblica, desde la época de los restos de los habitantes del paleolítico hasta Masada y la resistencia.
Preguntas y respuestas
Me permitirán los lectores que no haga referencia ni a cada etapa descrita en el libro, que se inicia en la práctica con un amplio desarrollo en la época de los patriarcas, y que termina en el tiempo neotestamentario. Pero les aclaro que este volumen de 539 páginas debiera formar parte de la formación intelectual, humana y cristiana de cualquier persona que quiera saber algo de la Biblia, y de la historia de la relación de Dios con el pueblo elegido.
Tengo que confesarles que mientras leía este libro, lo hacía también con un volumen de fenomenología e historia de las religiones, entre otras perspectivas, que se editará dentro de poco por una gran empresa cultural en España.
Afirmaciones del inédito sobre las que basa el autor su tesis quedan en absoluto en entredicho con la lectura de este libro de arqueología bíblica. En resumen, un libro en español que responde a no pocas preguntas y que es un gran servicio a la cultura, en general, y a la cultura de los apasionados de la Biblia.