ESTE NUEVO DIRECTORIO NO SE ENTIENDE SINO EN UNA “DINÁMICA DE CONTINUIDAD CON LOS DOS ANTERIORES”, tanto el de 1971 como el de 1997. Cada uno de estos Directorios ha sido redactado siguiendo algunos importantes documentos del Magisterio. El primero (1971) tuvo como referencia la enseñanza conciliar; el segundo (1997), el Catecismo de la Iglesia Católica; y éste, el Sínodo sobre la nueva evangelización y la transmisión de la fe cristiana, junto a la Exhortación Apostólica del Papa Francisco Evangelii gaudium.
El nuevo Directorio quiere situarse ante las nuevas problemáticas que la Iglesia está llamada a vivir: la cultura digital y la globalización de la cultura.
Su preocupación más última está clara: “recuperar la unidad originaria del ser cristiano”.
Su peculiaridad más propia es mostrar “la estrecha unión entre evangelización y catequesis”, así como “proponer una ruta que ve íntimamente unidos el anuncio del kerygma y su maduración”. Por eso insiste con fuerza: “La primacía del kerygma, que nos lleva a proponer una catequesis kerigmática, no le quita nada al valor de la mistagogía, ni al testimonio de la caridad”.
“El criterio que provocó la reflexión y la redacción de este Directorio encuentra su punto fundante en las palabras del Papa Francisco: ‘Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o kerygma, que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial’ (EG 164)”.
“Se le ha dado amplio espacio al tema de la formación de los catequistas porque se considera urgente recuperar su ministerio en la comunidad cristiana”.
“La santidad es la palabra decisiva que se puede pronunciar al presentar un nuevo Directorio para la Catequesis. Ella se hace abanderada de un programa de vida que también los catequistas están llamados a perseguir con fidelidad y constancia”.
“En este momento en el que cambian las formas de transmisión de la fe, la Iglesia se empeña en descifrar algunos signos de los tiempos con los que el Señor le muestra el camino que ha de seguir. Entre esos signos se pueden reconocer: la centralidad del creyente y su experiencia de vida; el papel relevante de las relaciones personales y los afectos, la búsqueda de sentido verdadero; el redescubrimiento de aquello que es bello y eleva el espíritu”
Fuente: Iglesia en Córdoba.