JUAN JAUREGUI CASTELO «IN MEMORIAM».

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Juan Jáuregui Castelo “In memoriam”
Juan Jáuregui Castelo murió la noche del sábado, día 24 de junio, a los 61 años de edad; falleció a los tres meses de habérsele detectado un tumor en el cerebro, justo el día de su onomástica en la solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista.
Había nacido en Galdácano, Vizcaya, el 13 de agosto de 1955, siendo sus padres Nemesio y Teresa; su único hermano, que le acompañó en todo momento hasta su muerte ocurrida en la Residencia sacerdotal “Bien Aparecida” de Monte Corbán, se llama Jesús (no hace falta decir que la pérdida de su hermano le ha marcado profundamente). Los primeros pasos de Juan hacia el sacerdocio los recorrió en la Orden Trinitaria, donde ingresó siendo todavía un niño; en la Universidad Pontificia de Salamanca cursó los estudios de Filosofía y Teología del Quinquenio institucional, y en esta misma ciudad emitió la Profesión solemne el 16 de diciembre de 1978, y al año siguiente, en su pueblo natal, fue ordenado presbítero la víspera de la Asunción, el 14 de agosto de 1979. Tenía 24 años y ejerció el ministerio sacerdotal durante 38 años. El 28 de febrero de 2000 entró a formar parte del presbiterio de la Iglesia de Santander, junto con su inseparable compañero Leonardo Acevedo García.
De entre las muchas facetas que caracterizaron la vida y la obra de Juan Jáuregui, me gustaría destacar tres: sacerdote, escritor, músico compositor.
Sacerdote
La vocación primera, la que determinó y consumó su existencia fue la sacerdotal, primero como sacerdote trinitario y luego, y hasta el final de sus días, como sacerdote incardinado en la diócesis de Santander. Aquí atendió, juntamente con Leonardo, diversas parroquias empezando por la zona de Riva – Ruesga, junto a Ramales, y posteriormente en Penagos con Cabárceno, Sobarzo y Santa María de Cayón con sus preciosas iglesias parroquiales.
Dotado de grandes cualidades humanas, su servicio presbiteral en estos pueblos no se limitó a cumplir con las habituales celebraciones dominicales, sino que transformó las mismas con su celo pastoral y su entusiasmo por una liturgia participada por todo el pueblo en perfecta sintonía con los mandatos del Concilio y la reforma litúrgica. Es de notar su compromiso con la Lectura creyente de la Palabra, que tanto bien ha procurado a los fieles de sus parroquias haciéndoles gustar año tras año los distintos libros de la Sagrada Escritura. Esta manera de concebir y practicar el ministerio sacerdotal fue muy valorada en distintos lugares de la diócesis, que requerían su presencia no sólo en las fiestas mayores de los pueblos, sino también por muchos arciprestazgos que solicitaban su ayuda para la formación litúrgica y espiritual de las comunidades con sus pastores al frente. Así, su participación en los arciprestazgos de Reinosa, de San Vicente de la Barquera y de otros sitios fue requerida con regularidad; creó lo que podríamos llamar cinco escuelas de liturgia por la dióce sis para explicar, paso a paso, la celebración de la Eucaristía y recuperar la figura del salmista y la importancia del canto del salmo responsorial, tan maltratado en muchas celebraciones. Como responsable de las parroquias que la diócesis le había confia do, trabajó por su renovación, también por lo que hace al cuidado del arte que en ellas se contiene, sobresaliendo la belleza de la restauración de la preciosa iglesia románica de Santa María de Cayón, a la que dotó de un órgano de tubos que las monjas benedictinas de León le habían regalado. Pero la práctica pastoral de Juan Jáuregui no se limitaba al ámbito litúrgico, sino que abarcaba, como debe ser y así fue en él, la acogida y cercanía a los más necesitados, en especial, a los enfermos, a los que dedicó tanto tiempo con tanto cariño. La Casa Parroquial de Penagos donde vivía él con Leonardo fue un hogar de acogida primero, para su madre Teresa Castelo enferma durante años de alzheimer; luego, para el sacerdote Jenaro Lobo San Martín, párroco de La Penilla, afectado también por la misma enfermedad; finalmente, para Miguel Boenaga, feligrés de Villanueva de Villaescusa que, al no disponer de recursos para pagarse una residencia y no poder vivir solo, pues había sufrido un infarto, murió en esta casa parroquial. Las visitas a los enfermos en sus domicilios, en las residencias de ancianos y en Valdecilla fue una constante en su ministerio sacerdotal.
Escritor
Juan Jáuregui destacó también como escritor, no sólo como bloguero en la web de Religión Digital, don de todos los días aportaba su comentario a las lecturas de la liturgia de la Misa del día, con un estilo a la vez claro e incisivo, con una riqueza de imágenes que dejaba sorprendido a más de un lector, por las copiosas lecturas que se adivinaban detrás de dichos comentarios. Su última meditación en el blog, bautizado como “Espacio para el espíritu”, lleva por título “El que cree en el Hijo tiene vida eterna”, correspondiente al evangelio del jueves de la segunda semana de Pascua
(27/04/2017), que termina con estas misteriosas palabras que suenan a testamento: “La vida eterna no es el seguro de jubilación que sólo podemos cobrar cuando muramos. La vida eterna es disfrutar desde ya nuestro seguro desde el momento en que creemos en el que ‘ha sido enviado’ [Jesucristo]”. Después de este post escrito ya en pleno desarrollo del tumor que acabó con su vida, el blog se apagó para siempre con sentida lamentación de muchos de sus seguidores. Pero su actividad en la red era
más extensa que la meramente bloguista; una visita a su página web www.juanjauregui.es, a la que entraban todos los días decenas de internautas de muchas partes del mundo, especialmente de lengua hispana, pero también portuguesa, muestra la amplitud de sus propuestas en el ámbito de la catequesis, de la liturgia, de la oración, de la religiosidad popular, de las devociones, de la música. En la sección musical de su web se pueden encontrar los cantos para los distintos tiempos litúrgicos, para la Eucaristía y los demás sacramentos, salmos responsoriales, cantos para niños, cantos a la Virgen etc, además, junto con las partituras en PDF, él mismo con su propia voz, acompañándose al órgano que tenía en su lugar de trabajo, los presenta y hace sonar para aprendizaje de los profanos en notas musicales.
Su vocación de escritor le nació al contacto con el pueblo, de la necesidad de alimentar la fe de los fieles a los que servía en aquellos pequeños pueblos de Cantabria. Así surgieron los libros para seguir los tres ciclos del Año Litúrgico, según los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas. En ellos, Juan no quiso ofrecer homilías, sino comentarios espirituales de la Palabra de Dios al hilo de los evangelios dominicales, convencido de que lo que se puede transmitir en una homilía queda en el aire y con frecuencia se olvida al salir de la iglesia. Por eso le pareció un buen servicio poner en manos de los fieles estos comentarios, salpicados de imágenes poéticas y referencias a la vida, para mantenerlos en contacto vivo con la Palabra a lo largo de la semana. En relación con esta preocupación suya, están sus cuatro libros “Caminando a la luz del Evangelio. De la mano de Lucas”, luego “De la mano de Mateo”, sigue “De la mano de Marcos”, para terminar “De la mano de Juan”. En el título mismo de los cuatro volúmenes quiso significar Juan Jáuregui el objetivo principal de estos comentarios: el camino de la vida de los cristianos, para serlo de verdad, tiene que estar iluminado por la luz del Evangelio. En la editorial CCS, de los Salesianos, en Madrid, publicó un total de 12 libros, algunos traducidos al portugués, con propuestas (moniciones, cantos, reflexiones) para las celebraciones dominicales del Año litúrgico en sus tres ciclos, recorriendo los distintos tiempos litúrgicos; en la misma editorial publicó “Oraciones y Reflexiones para el Año de la Misericordia”, “Celebraciones de la Palabra en Adviento”, además de un Viacrucis y una Hora santa.
A todo ello se añadió últimamente su participación en los Guiones litúrgicos que
Cáritas ofrece todos los años para los tiempos fuertes de adviento y navidad y de cuaresma y pascua. La frecuente participación en los funerales celebrados en sus parroquias y fuera de ellas está detrás del libro suyo más difundido y ambicioso
«En las manos de Dios. Materiales para la celebración de las Exequias”. En efecto, con ser estas celebraciones los únicos momentos en que los párrocos tienen delante mucha gente que no suele aparecer por la iglesia, no siempre se plantean bien ni la
celebración ni la pre dicación.
Músico compositor
La tercera faceta de Jáuregui que me parece muy digna de tenerse en cuenta es la de compositor, de formación en gran parte autodidacta, dotado de una gracia particular para la melodía. Fue una verdadera lástima que el proceso de su terrible enfermedad se iniciara a pocos días de haber grabado en el Santuario de la Virgen Bien Aparecida el cancionero para el Año Santo Lebaniego, grabación de composiciones suyas interpretadas por el Coro “Solvay Ensemble”, de Torrelavega, y en la que él acompaña en el órgano de dicho santuario, cancionero que lleva por título “Nuestra gloria, Señor, es tu Cruz. Con Misa completa del peregrino”. Para el anterior Jubileo, en 2012, conmemorativo del V Centenario de la Bula del Papa Julio II que concedió el Jubileo Lebaniego, compuso y grabó también un cantoral “En la Cruz está la vida”. Jáuregui fue sobre todo un compositor de música litúrgica, empezando por su Misa de la Asamblea con la Salve a la Virgen Bien Aparecida, convencido de la necesidad de su renovación y adaptación para facilitar la participación del pueblo en las celebraciones. Para ello acudió a dos venerables sacerdotes astorganos Don Bernardo Velado y su hermano Don Hortensio, que le proporcionaron letras adecuadas y actualizadas para la
liturgia eucarística y para distintas advocaciones marianas de la provincia cántabra y de santos patronos de diferentes pueblos de la región; el que firma este artículo también le escribió algunas letras para los cantos eucarísticos, bautismales y sacerdotales. Pero Juan prestó especial atención a los salmos, tan maltratados en algunas celebraciones, que gracias a él y a su entusiasmo por ellos muchas comunidades los aprecian y cantan con entusiasmo. Además de compositor litúrgico, Jáuregui también escribió
composiciones para corales con temas de inspiración popular montañesa sirviéndose de textos del escritor cabezonense Pedro Crespo de Lara, también musicalizó poemas de Leopoldo Panero, de A. Gamoneda y de Miguel de Unamuno, de este último especialmente el epitafio grabado en el nicho que contiene sus restos en el cementerio de Salamanca: “Méteme, Padre eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar». A tan bella y esperanzada oración, Juan la
engrandeció con una sentida melodía, cuya interpretación arranca siempre fuertes aplausos entre los oyentes. En el magisterio musical, Jáuregui fue muy apreciado por los participantes en las Semanas para organistas litúrgicos que la Comisión Episcopal de Liturgia organiza los veranos en Valladolid, componiendo todos los años alguna pieza a estrenar por los alumnos. En el Seminario diocesano de Monte Corbán fue profesor de música, enseñando, también con su magnífica voz, a los seminaristas a
valorar la importancia del canto en las celebraciones litúrgicas. Con él ensayando, me decía el Obispo Don Manuel Sánchez Monge, se aprendían enseguida los cantos, tenía un arte y genio especial para el oficio de director.
En total, grabó 25 discos de música religiosa para las celebraciones de la Eucaristía y de los demás sacramentos, en honor de María, los salmos e himnos de la Liturgia de las Horas, además de los cuatro dedicados a villancicos, que me parecen especialmente inspirados. No puedo terminar esta breve semblanza sin recordar que Juan Jáuregui fue fundador de la Coral “San Juan de Mata” en Salamanca, y de la
Escolanía “Príncipe de Asturias”, de Ramales, con la que grabó cinco discos, y sin agradecer a Leonardo Acevedo por la aportación de muchas informaciones sobre su admirado hermano en el ministerio sacerdotal de las que me he servido para redactar esta nota a modo de homenaje a quien fue para mí siempre un muy querido amigo.
Son tres ministerios que Juan Jáuregui cultivó con esmero: sacerdotal, escritor, y músico, los tres para la mayor gloria de Dios y servicio de su Pueblo santo.
Descanse en paz.
José María de Miguel González, OSST
Profesor emérito de la Universidad Pontificia de Salamanca

(De la Revista Monte Corbán, publicación del Instituto Teólogico de Monte Corbán, nº1, Santander 2017).